El matrimonio es rompible mientras no se demuestre lo contrario. Esta es la mentalidad dominante en la España de 2014. ¿Por qué ahora se quiebran tantos y tan rápido y hace medio siglo no? Uno de los factores determinantes son las leyes divorcistas, como las de Adolfo Suárez en los años 80 y el divorcio-expres de ZP.
- España es el país donde más han crecido las rupturas matrimoniales en los últimos 20 años: un 226%
- Las leyes divorcistas, uno de los factores determinantes
El matrimonio parece misión imposible. En Europa se rompe uno cada 30 segundos y España ostenta un deprimente record: el país donde más han crecido las rupturas matrimoniales en los últimos 20 años: un 226%. Son datos de ahora mismo, del Informe sobre la Evolución de la Familia en Europa (pinchar AQUI) presentado en Estrasburgo por el Instituto de Política Familiar.
¿Por qué hace medio siglo o incluso 30 años, había muchas menos rupturas? ¿Eran mejores los que se casaban entonces? ¿tenían un seguro anti-rupturas? ¿acaso eran masoquistas y lo aguantaban todo?
La respuesta no es sencilla. Muchos factores inciden en esta pandemia antimatrimonio. Pero uno de ellos es el efecto social y psicológico que han tenido las leyes divorcistas.
Cuando los gobiernos las promulgaron lo hicieron alegando que había muchas separaciones y que era preciso dar amparo jurídico a los separados. Pero el número de separaciones en aquellos años 70 era una fruslería insignificante comparado con el actual panorama.
Todo legislador sabe que toda ley tiene un poderosísimo efecto viral sobre las costumbres. Se puede comprobar en la ley antitabaco, por ejemplo. Hecha la ley, hecha la costumbre. ¿Quieres lavar el tarro a la plebe? Saca una ley y en un par de generaciones tienes al personal totalmente entregado.
Algo de esto ha ocurrido con la legislación divorcista.
En el caso de España, en dos tiempos.
Tiempo uno: la ley de divorcio que dejó preparada el Gobierno de Adolfo Suárez, elaborada por el ministro Fernández Ordóñez, y que fue aprobada en 1981.
Tiempos dos: la ley de divorcio-expres, de Zapatero (2005). Si la primera, generalizó el divorcio, la segunda aumentó considerablemente el número de rupturas, dadas las facilidades para romper la unión y la agilización del proceso.
Es como si un Gobierno despenalizara el robo –sólo en algunos supuestos, ojo: grave peligro para la situación económica o psíquica del ladrón etc-. ¿Qué pasaría? No es difícil adivinarlo. Con el divorcio, ídem de ídem. Treinta años después se ha generalizado la creencia de que todo matrimonio es rompible, mientras no se demuestre lo contrario. Todo ello ha generado una mentalidad divorcista en la inmensa mayoría de los españoles. Nadie es masoquista ni quiere ser infeliz. Pero todos hacen la marcha nupcial con el miedo metido en el cuerpo: ¿seguiremos juntos dentro de un año? No lo dicen, pero lo piensan.