¿Qué hago si le pillo traicionándome?, ¿o si me lo confiesa abiertamente?. ¿Debo o no perdonarle?, ¿Y si reincide o incluso no está dispuesto/dispuesta a rectificar? ¿Cuál es el límite? ¿O quizá no hay límite?
1. La infidelidad quizá no sea el RIP de la relación, pero sí es la UCI.– Distingamos. No es lo mismo un desliz esporádico, que la contumacia en las aventuras extraconyugales; no es lo mismo una noche loca con un pibón (o un Tarzán) en un viaje profesional, que una relación larga en el tiempo con otra persona –una especie de doble vida-. Siendo graves, el desliz y la noche loca lo son menos y, por tanto, más disculpables. Pero el arreglo es igualmente peliagudo en los dos casos. Si engañas a tu chico/a has estás inoculando el veneno de la desconfianza y eso es letal para cualquier relación. Quizá no sea la sentencia de muerte, pero si la UCI, porque dejas la relación en estado crítico. Y sí, le puedes dar un electroshock, pero luego la dejas anémica y hecha unos zorros.
Recomendación, a ti varón: cuando el pibón te pida fuego, con estudiada caída de ojos, en el bar del hotel… finge que no llevas lumbre y échate a correr. Es mejor pasarte de maleducado, que estropear lo más grande de tu vida.
Y a ti mujer: no caigas en la trampa de contarle tus cuitas a ese compañero de trabajo tan educado y majete, pensando que no va a pasar nada, porque es supersensato y porque le ves como un padre. Quizá él no te vea como a una hija. Es hombre. Supersensato, pero hombre.
2. Perdonar es muy difícil.- Porque una infidelidad abre una brecha en la relación que cuesta horrores cerrar. Eso significa que hay que huir del riesgo de las infidelidades como el gato del agua escaldada. Si ya sé no he respondido si se debe perdonar o no, pero quiero dejar claro antes de entrar en materia que el arreglo es difícil, complejo y no siempre exitoso…
3. ¿Entonces, se perdona o no se perdona? Cuando te casaste hiciste una promesa incondicional. Dijiste: “Prometo quererte a ti en las alegrías y las penas, la salud y la enfermedad…” y no añadiste una cláusula del tipo “…siempre que no te dé por empinar el codo, o por dejarme por alguien más joven”. Que la otra parte no cumpla, no te exime a ti de cumplir tu promesa. Porque la promesa la hiciste por tí, no por el otro.
4. Has entregado tu persona, no has firmado un contrato de compraventa.- Tú quieres a tu chico/chica porque lo has elegido libre y voluntariamente, y amar es dar sin esperar nada a cambio. No le entregas tu trabajo (contrato laboral), ni parte de tus bienes (contrato de compraventa), sino tu persona. Haga lo que haga, y pase lo que pase. Y pueden pasar muchas cosas. Pregúntate ¿sería amor dejarla a ella tirada porque le han salido patas de gallo o porque sigue obedeciendo a su mamá y los caprichos de su mamá con 55 años?, o ¿ a él porque le ha dado un alzheimer y te confunde todo el rato con la cuidadora? ¿Qué haces? ¿Lo devuelves al Corte Inglés?
¿O, a un nivel más normalito: porque se vuelve inaguantable, picajoso, insufrible? ¿Vas a dejarlo porque está todo el día absorto en el trabajo y no te hace ni caso? ¿Sería amor pagarle con la misma moneda, yéndote tú con tus amigas o poniéndole sal en el postre? Porque hablamos de amor, no de un contrato laboral.
5. El perdón es cosa de dos. La cosa se complica: tú debes dar el paso y perdonarle, pero luego viene la parte contratante de la segunda parte. Él o ella debe aceptar ese perdón (no todos lo hacen), sentirse perdonado (más difícil de lo que parece) y mostrar arrepentimiento. Y para ello se requiere humildad. En realidad por las dos partes: el que perdona debe apearse del burro del orgullo ofendido; e incluso debe preguntarse qué parte de culpa tiene en esa infidelidad (¿me hubiera traicionado si yo le hubiese hecho más caso, atendido mejor o si no le hubiera puesto las cosas difíciles con mi ramalazo dominante (ellas), mi egoísmo (ellos), mi indiferencia (todos). Y el perdonado también debe pasar por su correspondiente humillación, asumir que ha hecho el antipático papel de malo/mala y volver con el rabo entre las piernas (absténganse de hacer chistes fáciles). Digamos que no tiene derecho al perdón si no tiene propósito de la enmienda. ¿O sí?
6. Perdonar tiene algo de suicida. ¿Tiene el infiel derecho al perdón aunque no rectifique?, ¿tiene el ofendido el deber de perdonarle aún en ese caso? Perdonar tiene algo de suicida, porque tú te lanzas al vacío al perdonarle… y quizá él no dé el paso o no tenga intención de cambiar. Pero si no lo haces le estás condenando de antemano. Estás lanzándole una fatwa, un sambenito de por vida, cerrándole la posibilidad de cambiar y volver. Y, a diferencia de tu pastor alemán (siempre a piñón fijo), las personas son libres. Y si algo las puede hacer cambiar es sentirse queridas. ¡Puff, dificilísimo: menudo es él o ella! Pero si le cierras la puerta o le echas de tu vida, entonces ya sí que es imposible. Mientras hay vida, hay esperanza.
7. Conclusión. El perdón es un escándalo. Y complicado de entender. Desde hace tiempo: ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano?, le preguntaban hace dos mil años al primero que sacó el temita en una época de leyes del talión y ejecuciones en la cruz. “Setenta veces siete”, respondió. Algunos siguen pensando que eso es demasiado idealista. Pero de qué estamos hablando ¿de amor? o ¿de relaciones mercantiles?
8. Lo sé: no te he respondido. O quizá sí.