La figura del varón ha desaparecido del mapa en muchos hogares de Occidente. Las mujeres les han relegado a un papel secundario: el de sementales, y ellas se sobran y se bastan para traer hijos al mundo, criarlos y educarlos. No necesitan varón. Por primera vez en la Historia nos preguntamos si pinta algo el hombre. ¿Para qué sirve? Aquí damos 5 sugerencias
¿Qué es el padre en el siglo XXI? ¿Un auxiliar de la madre para tareas domésticas?, ¿un semental?, ¿un amigo majete y enrollado que entra y sale del hogar? ¿el gran ausente, un profesional metido en sus cosas? ¿Qué papel tiene el padre… si es que tiene alguno?
¿Para qué sirve? Para estas cinco cosas:
1. Para cortar el cordón umbilical. Puede parecer que la mujer se basta y se sobra sola porque trae hijos al mundo. El papá se limita a poner la semillita y luego hace mutis. Pero no es así. Además de la semillita (que decían Les Luthiers) el varón tiene una función esencial: cortar el cordón umbilical, esto es sacar al niño de la urna de cristal de la madre, donde está sobreprotegido y lanzarlo al mundo, para que se espabile, para que sufra, para que se desarrolle.
A la madre lo que le pide el cuerpo es que el niño no sufra y que, a ser posible, llegue hasta la edad de la jubilación sin roces ni magulladuras. Pero tal cosa es condenar al chico a la inmadurez. De ahí la importancia del padre, que arroja al niño al mundo para que sepa lo que vale un peine. La madre es la que dice “ten cuidado, no te caigas”, el padre el que enseña a montar en bicicleta.
- Para enseñarles a fracasar.- El chico no alcanzará la confianza en sí mismo, si no se ve estimulado por la exigencia del padre, y urgido por la autoridad del padre (autoridad viene de autor). Y esta es, por definición, antipática. El padre es imprescindible para transmitir al hijo que el bien suele ser arduo y que no siempre recibe recompensa y que sin embargo es preciso hacer el bien; y que lo importante no es sufrir injusticias sino no cometerlas con otros. El amor, bienintencionado y excesivo de la madre, le llevará a preparar al hijo para el éxito; pero alguien deberá explicarle al chaval que el fracaso es inevitable y que hay que estar preparado para encajarlo, aprender del dolor y madurar en el sufrimiento. Y el más indicado para esta tarea es el padre.
- Para querer a la madre.- El principal servicio que puede hacerle un padre a su hijo es indirecto u oblicuo: no es tirarse por el suelo para jugar con él, sino querer a su madre; no es cubrirle de besos y caricias, sino cubrir de besos y caricias a la madre. Eso es lo que espera un hijo de su progenitor. Ese es el primer deber del padre: llevar en palmitas a la esposa, hacer visible el cariño por ella. ¿De qué te crees que se alimentan los niños? El Colacao está sobrevalorado, el nutriente que les hace crecer como personas es el amor mutuo de sus progenitores. Y eso una mujer sola no puede hacerlo. Por eso es imprescindible el padre.
- Para salir a esperarlo al camino.- Tarde o temprano, el chico crece y le hace una pedarrota a sus padres, y termina yéndose y si te he visto no me acuerdo. Ley de vida. Debe aprender a equivocarse solo. Y el que sujeta a la madre es, entonces, el padre. Y también el que espera luego, oteando el camino, por si el chico regresa, lo cual suele suceder cuando el retoño llega a la madurez y tiene hijos y comprende entonces lo que es la paternidad. Pero el padre no debe esperar que se lo agradezca porque no hacía otra cosa que cumplir con su deber. Un deber que incluye sacrificio, desvelo, devoción, y paciencia. Y para eso es imprescindible un padre que siempre espera el regreso del hijo.
- Para enseñarle a luchar.- Nadie ha dicho que un padre deba ser ejemplar, sino que luche por serlo, que no es lo mismo. Ni que deba ser coherente, sino que luche por serlo. Debe esforzarse por predicar con el ejemplo pero si no siempre lo logra, no debe preocuparse demasiado. Y eso es lo que debe exigir al hijo: el objetivo no es ser ejemplar, sino rectificar el rumbo cada vez. En eso consiste la lucha: caer y levantarse, sin quejarse, sin pesimismo, sin mirar atrás. La lección no es la coherencia o la perfección, sino la brega por conseguirlo. Y el más capacitado para transmitirla es el soldado, el padre.
El mejor ejemplo es el de Guido (Roberto Benigni) en “La vida es bella”